En la Ciudad de México (CDMX) tenemos una predilección por acudir a comer a unos lugares llamados que si bien no son restaurantes, tampoco son establecimientos de antojitos, estos lugares son las fondas o cocinas económicas donde se sirven un comida en tres tiempos, que consiste en sopa o consomé, arroz acompañado de huevo o frijoles y guisado, además de agua de sabor y según el precio, a veces también hay postre. Esta modalidad de comida es conocida como comida corrida y su precio va desde los 25 hasta los 60 pesos, esto obviamente depende del lugar en donde se elija comer. Sin embargo, es preciso decir que comer una buena comida corrida, es decir, con buen sazón, depende mucho más del lugar, la cocinera o el cocinero, que del precio que uno pague por dicha comida corrida.
El día de hoy, ha llegado el momento de hacerle justicia textual a por lo menos tres lugares donde un servidor ha tenido el gusto de comer innumerables ocasiones por unos cuantos pesos. Es en esos espacios, en este caso las fondas o cocinas económicas, que uno encuentra a su paso en la CDMX, que surge el verdadero espíritu capitalino, espacio en disputa permanente, donde todos los días millones y millones de personas vamos de aquí para allá en busca de la vida al trabajo, la escuela y más.
Primer tiempo: Llegas y observas para encontrar un lugar dónde sentarte.
Apenas y puedes evitar que se te note la prisa, ésa enemiga eterna de la precisión. No importa tu solo caminas a paso veloz, pides permiso, hay gente que atiende, otra que no. Da igual, tú pasas entre ellos y ellas con un solo destino en mente, la comida corrida del mercado de la terminal Taxqueña, un lugar humilde donde a comida cuesta 35 pesos, agua incluida sin postre. Una comida muy barata con un sabor estupendo. Has llegado, observas para encontrar un lugar dónde sentarte, es un lugar más bien pequeño, con no más de 10 lugares, como es un mercado, el local, llamado comida “Lola” da a dos pasillos a la vez y en cada vista tiene 5 sillas que en este momento están ocupadas. Casa llena. Un hambre atroz te ha vulnerado la paciencia y un dolor de cabeza hace rato que comenzó a manifestarse hasta conquistarlo todo y ponerte al límite tanto que no sabes si debe esperar a que se desocupe un lugar o debes desocuparlo tú con el uso de la fuerza. Afortunadamente, un señor muy amable te dice “joven, siéntense aquí yo ya terminé” seguro se condolió de tu cara desencajada por el dolor de cabeza producto del hambre y el trajín de la ciudad o simplemente ha sido una persona amable toda su vida. Quién sabe. El punto es que ya sobre la silla, la señora que atiende te dice “sopa o consomé” y tú dices sopa y tortillas, ella dice que sí con la cabeza, mientras sigue echando tortillas al comal, tortillas hechas a mano, ¿acaso hay más placer que éste?
Segundo tiempo: ¿Cómo va a querer su arroz?
Miles y miles conocen la plaza Garibaldi, ahí se escucha buena música tradicional, uno puede encontrar desde un grupo de mariachi hasta uno de jaraneros, la música es la que le da identidad a esta plaza. Bueno la música y sus bares, como el Tenampa. Pero también su mercado de comida, ampliamente conocido por servir rica barbacoa todos los días del año. Cada día acuden a este mercado infinidad de comensales. Yo he ido antes muchas veces a comer ahí, pero también he cruzado por el único pasillo del mercado para ir de la plaza al metro Garibaldi y justo en una de esas andanzas descubrí un pequeño local de comida corrida atendido por una señora ya mayor, llamada Mary por sus comensales. Un día cualquiera venía yo camino al metro, con mucha hambre pero justo no me alcanzaba para comprar un plato de barbacoa, solo tenía 50 pesos, fue entonces que decidí voltear cuando una persona dijo en voz alta ¡Mary más tortillas, por favor! Y bueno a pesar de que el lugar, pequeño en sí, estaba casi lleno, me coloqué en una silla que da justo a la barra desde donde la señora Mary y sus ayudantes atienden. Ahí de frente a una especie de paraíso culinario vi que había pollo, carne de puerco, tortas de brócoli, salsas de muchos colores y vasos con chiles verdes que una vez cada tanto eran tomados por los comensales para llevarlos a su boca. Todo bien, pedí consomé de pollo y cuando estaba por terminarlo pedí arroz y Mary me dijo ¿Cómo va a querer su arroz, joven? Y yo dije con frijoles, aunque pude haberlo pedido con un huevo estrellado o uno revuelto, con jitomate, con chile, con todo. La regla a la hora de la comida es que el arroz se puede combinar con todo. Todo.
Tercer tiempo: ¿qué guisados tiene?
Ah nada como comer bien rico y barato, nada como ello. Quienes en ocasiones vivimos al día de tiempo, dinero y hambre siempre vamos a agradecer que existan espacios como el mercado de comida de metro Pino Suarez, muy cerca del centro de la CDMX, donde uno come, por 25 pesos, un plato de sopa o consomé, arroz y guisado más agua de sabor. Increíble. Ahí confluye de todo: policías, músicos callejeros, vendedores, visitantes del centro, y uno que otra vez, alguno que otro extranjero. Después de la primera y segunda entrada viene el plato fuerte, es decir, el guisado que puede ser de carne con chile, pollo, verduras, enchiladas, etcétera. Hay al menos 5 o 6 guisados diferentes para elegir no importa si uno come carne o no, hay para todos los paladares. “Pásele, joven, pásele, por acá mire aquí está lo bueno” me dice en un local y en otro “ya está servido, joven, siéntese que se le va a enfriar” Así es el folclor de las cocinas económicas o fondas, como se les quiera llamar, que tienen un aire popular que se respira y se come siempre que uno les visita. Y hay que visitarles siempre.